8 de noviembre de 2014

Ayer lloré. Ayer.

Despierta señorita.
Abre los ojos y ve.
Ábrete el pecho y deja salir la sangre caliente. 
Camina descalza por las rocas, siente las raíces penetrar en la fuente.
Fragméntate y deja que cada ser tome una pieza.
Permíteles mascar tu carne, beber tu humedad salinizada. Tu virtud.
Déjales cargar tu pecado. Déjalos sentirse saciados.
Entonces señorita.
Cierra los ojos y vuela.

Cocoyoc, me persigue la nostalgia de tu misterio

25 de julio de 2014

Setecientos treinta y un días.

Se vuelve difícil en ocasiones ver las cosas con perspectiva. Sobre todo cuando te encuentras inmerso en un cuadro mental, atiborrado de recuerdos positivos que son en realidad parásitos en la autoestima ¡y vaya que tienen hambre estos cabrones!

Todo lo que pasó antes fue mejor, todo lo que ya no está es lo necesario para vivir plenamente. Y me viene al recuerdo Midnight in Paris y que nadie está satisfecho con lo que tiene. ¡Oye! Pero eso nos lleva a tener ambiciones y gracias a ello el hombre ha conseguido "evolucionar" tanto en su estilo de vida, pero la nostalgia, esa es para los hipsters y la moda, es mera estética y no nos llevará nunca a ningún lado. Aunque el pinche Peña Nieto sea una mierda, no significa que Benito Juárez deba ser recordado por un excelente mandato y siempre prevalezca el deseo de que otro como él llegue al poder. Osea ¿Qué pedo con mis analogías?

A veces el ocio te lleva a analizar la fatalidad de la vida positiva. Cuando estás en tu zona de confort, te mueves en la rutina para poder "seguir en el mismo estado": La felicidad.
¡No hombre! Hace falta sufrir y llorar, para poder encontrar en lo más profundo de los miedos aquello que te apasiona y te motiva a salir del marasmo mental y emocional. Comienzas -después de mucho tiempo, atracones y de consejos e intervenciones fallidas- a moverte en distintos círculos, a experimentar, con la esperanza de que esa acción te ayuda a minimizar, al menos un poco el dolor y la angustia que te provocan los malditos parásitos del alma, que te taladrarán durante las noches, para que no olvides que aquello que tenías y que te hacía "feliz", se fue a la mierda.

Lo que uno no concientiza, hasta pasados 2 años, es que lo que haces "para salir del paso" te transforma día con día en alguien distinto. Aquí es donde tu valor, tu capacidad de tomar decisiones, tu moral, tu lo que quieras, hace una diferencia en el camino. Tal vez decidas hacerle la vida imposible a otras personas, o salir de compras todos los días (cof, cof), saltar en bungee, comer como máquina de casino, volverte el doble de José José (ya sea por el alcohol o por eso de la cantada) o irte de vacaciones. Créeme, cualquier cosa que decidas, hará que en 1 año, sea complicado reconocer a la persona del espejo.

Ya tomé mis decisiones, ya he visto los cambios, ya no me parezco a la otra Tita y eso es sencillamente por que ya no soy ella. El ocio me lleva a encontrar que tengo más fotografías felices, más experimentos, más viajes, más recuerdos, más personas lindas, más borracheras, más llantos, más planes. Tengo más de todo y no porque no lo comparta con alguien, sino por que estoy aprendiendo a vivir las cosas en el momento y a no dejar que las oportunidades se me vayan de las manos por miedo al futuro.

Han creado un monstruo imparable. Sé que ahora soy yo la que causa angustias a mi madre. Pero puedo estar segura, y ella también, que he de vivir mis días haciendo, experimentando, creciendo, para no quedarme en el círculo; para poder llegar al día de mi muerte sin arrepentimientos.

"In pain there is as much wisdom as in pleasure: like the latter it is one of the best self preservatives of a species."
Dijera Nietzsche.



No coman tierra.

Tita

6 de enero de 2014

Inmutable.

Es la misma cama. Donde nos pasaron los años, las risas infantiles se volvieron gemidos y los llantos mojaron más que las sábanas. Es la misma, ni su color ha cambiado, mucho menos el mío.

Sigue igual, aunque no estés tú en ella y yo vague sola por los resortes de ese colchón, que guardará nuestros aromas, mucho más allá de otros cuerpos, de otras vidas y tiempos.
Es igual.

Esperé que cambiara, que diera el primer paso para entonces imitarla, camuflarme entre los restos, las reliquias de ese sitio que fue de todo menos sagrado. Pero nada pasó.

Inventé artefactos, cuentos y magias para desprender mi piel de las fibras. Sólo veo más flores y fuegos que no queman, nada nos transforma.

Ahí sigue, intacta. No puedo más que recostarme, cerrar los ojos y esperar, cada día. Aunque tenga la certeza de que al despertar nada será distinto.
El rojo estará ahí, tus permisos y verdades, tú, jamás.


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Tal vez sea la hora, los años o el agudo recuerdo de la eternidad. Espero no enterarme.